El ser humano, al tener alma, siente la necesidad de llevar una vida espiritual para encontrar equilibrio interior. Si no sigue la fe en Dios o desconoce su enseñanza, buscará otras formas de calmar sus inquietudes. Para eso, en cada cultura y momento histórico, el enemigo de Dios ofreció engañosas prácticas.
ALEJADOS DEL AMOR DE DIOS
Dice San Pablo: «Porque no es nuestra pelea solamente contra hombres de carne y sangre, sino contra príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo, contra espíritus malignos, esparcido por los aires» (Efesios 6,12).
Cuando el hombre adora algo distinto de Dios, se aleja del Amor y de una guía correcta para alcanzar el fin para el que fue creado: la vida eterna. Esto abre la puerta a que los malos espíritus alimenten sus instintos y pasiones desordenadas, ofreciéndole la brujería (ocultismo, esoterismo y prácticas oscuras) presentada de manera deslumbrante y seductora.
NIVELES MALÉFICOS
La brujería tiene distintos niveles. El más alto es el satanismo, que implica una entrega directa y voluntaria al espíritu del mal. Las personas que participan en este nivel se convierten en instrumentos conscientes y directos de jerarquías demoníacas.
El nivel intermedio incluye a personas que practican la brujería para obtener beneficios económicos y materiales, estimular su intelecto y/o satisfacer curiosidades. Aunque no se adentran profundamente en el satanismo, estas prácticas les afectan seriamente. Por último, hay quienes comercializan directamente con la brujería y la utilizan como un negocio.
LOS ENGAÑOS DE SIEMPRE
Es común que los brujos hoy en día se hagan llamar «curanderos». A menudo reciben a sus clientes con simbología relacionada con su religión. Por ejemplo, al católico lo reciben con un altar lleno de santos de la Iglesia, cambiando los nombres de los demonios por los de santos de su fe: a Satanás lo llaman Jesús, y a otras jerarquías demoníacas les asignan nombres de ángeles, santos o advocaciones de la Virgen María.
Se habla de «magia blanca» y «magia negra», pero no debemos dejarnos engañar; la palabra magia ya está asociada con el diablo, ya que nada de Dios es mágico. Cualquier tipo de magia es satanismo. El mayor engaño es que el enemigo no puede sanar o resolver un mal realmente, pero sí puede ofrecer bienes aparentes y simular soluciones. Su objetivo es alejarnos de la ayuda de Dios y, poco a poco, descomponer algo más serio y eterno: el alma.
Los brujos, al trabajar para el maligno, deben ofrecer las almas de las personas que se acercan a ellos como garantía para obtener más poder. También pueden solicitar el alma de la persona a la que quieren hacerle el trabajo de brujería, consagrándola completa o parcialmente al maligno.
EN RESUMEN
Tengamos cuidado al recurrir a personas que practican brujería, ya que, consciente o inconscientemente, comprometemos nuestra alma a cambio de bienes aparentes. En lugar de eso, acerquémonos con fe al poder de Dios, quien nos pide seguirlo con todo el corazón y nos promete ayuda segura en todas nuestras necesidades.
Finalmente, recordemos que rezar el Santo Rosario y recibir con fe los sacramentos de la Iglesia son las herramientas más poderosas que tenemos para aliviar nuestros problemas y encontrar verdadera paz interior.