🗡️ESPADA ESPIRITUAL
Jueves 17 de septiembre de 2020
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (7, 36-50):
«En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
Una mujer de mala vida en aquella ciudad, cuando supo que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás de Jesús, comenzó a llorar; con sus lágrimas bañaba sus pies, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con el perfume.
Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar:
«Si éste fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando: sabría que es una pecadora».
Entonces Jesús le dijo:
«Simón, tengo algo que decirte». El contestó:
«Dímelo, Maestro».
Jesús le dijo:
«Dos hombres debían dinero a un prestamista: uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón respondió:
«Supongo que aquel a quien le perdonó más».
Jesús le dijo:
«Has juzgado bien».
Luego, señalando a la mujer, dijo a Simón:
«¿Ves a esta mujer? Cuando entré a tu casa, no me ofreciste agua para los pies; ella, en cambio, me los ha lavado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies.
Tú no me ungiste con aceite la cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume.
Por eso te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque tiene mucho amor. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama».
Luego le dijo a la mujer:
«Tus pecados te han quedado perdonados».
Los invitados empezaron a decir entre sí:
«¿Quién es éste, que hasta los pecados perdona?»
Pero Jesús dijo a la mujer:
«Tu fe te ha salvado, vete en paz».
¡Cuán grande es la misericordia de Dios! De la mujer más pecadora puede hacer una santa.
Cuando el arrepentimiento de una persona es grande, más agradecida y más cerca de Dios puede estar porque se da cuenta que le está perdonando mucho.
Así nuestro Señor nos enseña que para ser santos debemos renunciar al pecado y arrepentirnos de corazón, no importa todo el mal que podríamos haber hecho antes. Tenemos como ejemplo también al buen ladrón junto a la cruz de Jesús, que se arrepintió de sus pecados y el Señor le prometió el Paraíso.
No hay límites para el amor de Dios. Pidamos esta gracia de la santidad a nuestra Madre Santísima. A.M.D.G.