🗡️ESPADA ESPIRITUAL
Lunes 31 de agosto de 2020
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,16-30): «En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Nos dice Jesús que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Por eso nos puede pasar que cuanto más virtuosos o convertidos estemos, y cuanto más querramos imitar a Jesús y predicar en su Nombre, más difícil se puede poner la convivencia en nuestra casa o en nuestro pueblo.
Por ejemplo, si nuestros hijos son jóvenes y no son practicantes, hablarle de un noviazgo sano y santo se nos va hacer difícil, si nuestro marido o esposa no tiene fe, podemos encontrar rechazo en tener otro hijo, llegando inclusive a que la otra persona piense en el aborto. O si nos hemos convertido hace poco, nuestros amigos de la calle nos podrían acusar de fanáticos o de locos. Por eso ser profetas en nuestra propia familia y en nuestra tierra se hará muy difícil, inclusive teniendo amigos católicos, tibios, éstos se escandalizarán porque queremos ser santos, evitando el pecado venial, rezando varios rosarios, yendo a misa todos los días, adorando a Jesús frecuentemente…
Por eso Jesús nos dice: «Mi reino no es de este mundo». Cuanta más santidad tengamos, menos vamos a ser soportados en este mundo anticristiano.
Si queremos seguir a Jesús debemos pasar por el calvario, porque no somos más que Jesús, no podemos entonces pretender seguirlo sin cruz y apegarnos a las consolaciones y a los éxitos en este mundo. De esa forma no lo estaríamos siguiendo santamente.
Pidamos a nuestra Madre Santísima la gracia de ser fieles discípulos de Jesús hasta que tengamos que partir a la eternidad. A.M.D.G.