La Epifanía del Señor significa la «manifestación» de Dios a los hombres. Varios videntes a lo largo de la historia han tenido revelaciones privadas que nos ayudan a contemplar uno de los acontecimientos más importantes de la natividad de Jesús.
Asi es como María Valtorta (1897-1961), mística italiana, describe la estrella de Belén que fuese de guía a los tres Santos Reyes: «Una estrella, de insólito tamaño que parece ser una pequeña luna, avanza en el cielo de Belén (…) Todas las piedras preciosas de la tierra están en ese rayo que rasga el cielo con una velocidad y movimiento ondulante como si fuese algo vivo. El color que predomina es el que mana del centro de la estrella: el hermosísimo color de pálido zafiro, que pinta de azul plateado las casas, los caminos, el suelo de Belén, cuna del Salvador.»
Antes de llegar a Belén, según relatan los Evangelios, los santos Reyes pasaron por Jerusalén ya que el Niño debía ser el Rey de los Judíos. Un detalle para meditar es que la estrella se había ocultado en el cielo en dicha ciudad… La vidente María Valtorta relata: «Ellos habían experimentado que su corazón se despedazaba de dolor y se habían examinado para saber si habían en algo ofendido a Dios. Pero su conciencia no les reprochó nada». Una vez informados por los judíos que el Mesías debía nacer en Belén, descubrieron que la estrella los volvería a guiar hacia allí y gozaron de profunda alegría.
Más adelante en sus relatos, la mística hace una minuciosa descripción de la casita de Belén donde la Sagrada Familia se hospedaba en aquellos días… «El techo de la pequeña terraza, la escalerilla de piedra oscura, la puertecilla, todo es como si fuese un bloque de plata pura, espolvoreado con diamantes y perlas. Ningún palacio real de la tierra jamás ha tenido ni tendrá una escalera semejante a esta, por donde pasan los Ángeles, por donde pasa la Madre de Dios».
También describe la caravana que pronto llegaría a Belén: «La caravana, bajo los rayos de la estrella, es algo fantástico. Los arreos, los vestidos de los jinetes, sus rostros, el equipaje, todo resplandece al brillo de la estrella, metales, cuero, seda, joyas, pelambre. Los ojos brillan, de las bocas la sonrisa brota porque hay otro resplandor que ha prendido en sus corazones: el de una alegría sobrenatural.»
Apenas llegan a Belén se postran y besan el suelo…¡cuanta humildad para imitar!. Siendo ricos y poderosos reyes, llenos de sabiduría, adoran el suelo donde nació el mesías.
Otra mística vidente de los Evangelios fue la Beata Ana Catalina Emmerich (1774-1824) quien describió a los Santos Reyes vestidos para una ceremonia solemne: «Se pusieron encima unos grandes mantos blancos de cola larga con brillo amarillento como de seda natural… A cada uno de los Reyes le seguían los cuatro acompañantes de la familia». Si bien pareciera que solo los reyes y sus familiares adoraron al Niñito, fue una caravana de un total de 200 personas que acompañaron a los magos, según las visiones de María Valtorta.
Por último, compartiremos una hermosa visión de María Valtorta sobre la despedida del Niño Jesús y los Santos Reyes Magos.
«El Niño quiso bajar y dar su manita al más anciano de los tres, y camina así, asido de la mano de María y del Sabio, que se inclinan para llevarlo de la mano. Jesús todavía tiene ese paso bamboleante de los pequeñuelos, y va golpeando sus piececitos sobre las líneas que el sol forma sobre el piso. Llegados al dintel – no debe olvidarse que la habitación es muy larga – los tres arrodillándose nuevamente, besan los píes de Jesús. María se inclina al Pequeñuelo, lo toma de la manita y lo guía, haciéndole que haga un gesto de bendición sobre la cabeza de cada Mago. Es una señal algo así como de cruz, que los deditos de Jesús, guiados por la mano de María, trazan en el aire.
Luego los tres bajan la escalera. La caravana está esperándolos. Los enjaezados caballos resplandecen con los rayos del atardecer. La gente está apiñada en la plazoleta. Se acercó a ver este insólito espectáculo. Jesús ríe, batiendo sus manecítas. Su Madre lo ha levantado en alto y apoyado sobre el pretil que sirve de límite al suelo, y lo ase con un brazo contra su pecho para que no se caiga. José ha bajado con los tres Magos, y les detiene las cabalgaduras, mientras sobre ellas suben.
Los siervos y señores están sobre sus animales. Se da la orden de partir. Los tres se inclinan profundamente sobre su cabalgadura en señal de postrer saludo. José se inclina. También María, y vuelve a guiar la manita de Jesús en un gesto de adiós y bendición.«