¿Existen los hechizos o embrujamientos?

          Si. Según el padre Gabriele Amorth, exorcista del Vaticano, el hechizo es el medio más comúnmente utilizado para lograr el mal. En latín es “male factus”. Se realiza generalmente usando algún tipo de artefacto (alimento, imágenes, ropa, adornos, etc.) que está maleficiado. El objeto tiene un valor casi simbólico, es una señal tangible de la voluntad de hacer daño, y se ofrece a satanás para ser impreso con sus malvados poderes.

          Como el demonio quiere imitar en todo a Dios, para entender como actúan los hechizos podemos compararlos con el modo de operar de los sacramentos. Estos utilizan materia tangible (el agua del bautismo, por ejemplo) para transmitir la gracia. De la misma manera actúa el objeto maleficiado, transfiriendo el mal, es el instrumento del daño.

          El objeto puede llegar a la persona por dos vías: directa,  mezclándolo en la comida o bebida de las víctimas, o indirecta, hechizando los objetos que pertenecen a la víctima (fotografías, ropa, u otras pertenencias) o hechizando figuras que representan los maldecidos (muñecos, animales, incluso personas reales de la misma edad y sexo).

         Muchas veces objetos de transferencia de un embrujo aparecen en el interior de almohadas o colchones. Milagrosamente, a veces estos objetos no son visibles hasta que el agua bendita es rociada sobre la almohada abierta.

        El padre Amorth hace hincapié en que la mejor defensa contra tales ataques demoníacos (ordinarios, extraordinarios, maleficios, etc.) es vivir fielmente la vida católica, sobre todo la participación frecuente en los sacramentos de la confesión y la Eucaristía.