Sofía participó del programa televisivo «8 escalones» para poder de alguna manera devolverle a su pápa todo lo que hizo por ella y su hermano. La Virgen Santísima, que ve lo más intimo de los corazones, la trajo a la Santa Misa de liberación y sanación, el último domingo 19 de marzo, fiesta de San José, para empezar a enseñarle a escalar la hermosa subida al cielo. A continuación le compartimos su emocionante testimonio.

   «Hola, mi nombre es Sofía Rodrigué, tengo 23 años y nunca fui una persona que vaya a misa todos los domingos, ni rezara todos los días. En base a una invitación de mi tía me animé a ir, o mejor dicho nos animamos con mi papá, la novia y mi abuela a vivir una experiencia un poco diferente, una misa de sanación y liberación, con todo lo que eso implica. Cuando fui realmente fui entregada, sin expectativas, simplemente abierta a que pase lo que tenga que pasar, fui con ganas de sentir algo, sea lo que sea quería volver teniendo algo para contar. Cuando me siento, un niño se sienta al lado mío, me da un abrazo y me pide si puede quedarse conmigo, sonreí y claramente lo invite a compartir la misa juntos.
    El padre René, quien dio la misa, fue alguien que me atrapó. Todo el tiempo sentía la necesidad de mirarlo a los ojos, y disfrutar de sus palabras, a la par disfrutaba de las canciones, de las personas que por casualidad o no, se sentaron cerca mío, me sentía realmente cómoda y en un lugar seguro, siempre sentí seguridad y calma, algo que no suelo tener siempre en todos lados.  Nuevamente, el mismo niño se acerca a darme un abrazo y desearme La Paz ,“la paz contigo”.
     En el momento en el que me toco sentir a Jesús frente mío fue muy especial. Al principio, mi corazón empezó a latir muy fuerte, sentía que se me iba a salir, realmente sentía que latía muy fuerte, me dio un poco de miedo, y de repente paró. Esos latidos empezaron a disminuir, sentí una presión en el pecho como si alguien hiciera fuerza para adentro, cuando abrí los ojos el padre ya no estaba en frente mío y fue ahí cuando me sentí muy liviana, y en paz. Volví a mi lugar y comencé a llorar, estoy segura que era felicidad, y también esa mezcla de asombro por todo lo que estaba viviendo.
     Hoy lunes comenzaba mi rutina, ir al trabajo, a la facultad, etc. Por algún motivo que no encuentro aún quise cambiar mi cartera, tengo dos carteras negras iguales, uso siempre la misma, pero hoy quise usar la otra (repito, es igual a la que uso siempre) meto mis cosas, preparo el mate y me dirigi a mi trabajo, en el transcurso abrí la cartera, saqué cosas, metí cosas, viajé en colectivo, es decir, muchas veces metí y saqué la mano. Cuando llego a la oficina, me siento en mi escritorio, me cebo un mate y vuelvo a meter la mano en la cartera para sacar no sé que… y de repente saco una estampita de la Virgen de Fátima junto a sus pastorcitos. Quizá en otro momento de mi vida diria que fue casualidad, coincidencia, o cualquier cosa menos una señal, o un llamado a confiar en la Virgen, hoy ahora, sin dudas lo veo como un mensaje. La imagen de los 3 niños en la estampita también me invitan a reflexionar sobre ese chiquito que en la misa insistía con estar cerca mío, como si me conociera o simplemente se sintiera cómodo conmigo, o no sé por que, pero quería estar conmigo. Siempre tuve mucha conexión con los niños, de alguna manera u otra me encuentro siempre con uno. Anhelo también tener a alguien en mi vida que ocupara un rol materno,  ya que mi mamá no está, y hoy fue la Virgen quien me lo hizo sentir, su presencia en ese momento cuando sin darme cuenta saque la estampita, ahí si la sentí al lado mío.»