La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, según un pedido especial de Nuestro Señor, se celebra el viernes después de la octava del Corpus Christi. No es casualidad esta fecha, ya que la Eucaristía no es sino otra cosa más que el mismo corazón ardiente de Jesús.

    A la difusión de esta preciosa devoción ayudaron las revelaciones privadas recibidas por la religiosa visitandina Margarita María Alacoque (1647-1690). Margarita Alacoque vivía en el convento de Paray-le-Monial (Francia) desde 1671. Tenía ya fama de gran mística cuando el 27 de diciembre de 1673 recibió la primera visita de Jesús, que quiso compartir con ella los sufrimientos de su Corazón rebosante de amor por el Padre y por toda la humanidad, del mismo modo que los compartió con el discípulo Juan durante la Última Cena.

«Mi divino corazón está tan apasionado de amor por la humanidad que, incapaz de contener en sí mismo las llamas de su ardiente caridad, debe difundirlas. Te he elegido para este gran proyecto”, le dice.

     Al año siguiente, Margarita tuvo otras dos visiones. En la primera apareció el corazón de Jesús en un trono de llamas, más brillante que el sol y más transparente que el cristal, rodeado de una corona de espinas; en la segunda, Margarita contempló a Cristo resplandeciente de gloria, con rayos de luz que salían su pecho y se expandían por todos lados. 

 La imagen del Sagrado Corazón de Cristo es el símbolo de su ardiente amor hacia nosotros, el cual había entregado sin condiciones. El Señor expone a Santa Margarita su deseo de que esta imagen se expusiera en las casas o se llevara sobre el pecho en forma de medalla, ofreciendo promesas de gracias y bendiciones a quienes lo veneraran.

   Por otra parte, esta devoción implica un gran deseo de reparar el corazón herido de Nuestro Señor por todos los pecados de la humanidad, por eso mismo, es muy importante recordar las promesas de Jesucristo a todos aquellos que comulguen durante los 9 primeros viernes de mes ofreciendo la comunión en reparación de su dulcisimo corazón.