«Deseo amar a Dios de esta manera, que mi amor no sea conocido por nadie fuera de él, para que cuando Dios me llame a morar con Él en el cielo, nadie me conozca sino Él.»
San Vicente Pallotti.

   Roma nos recibe melancólica, con una llovizna tenue pero persistente, que no molesta o tal vez la alegría y la emoción de estar en la Ciudad donde conducen todos los caminos, nos convierte en materia impermeable.
Y vamos como no podía ser de otro modo, en nuestro primer día de peregrinación, en busca del Santo que nos cobija todos los días en su Parroquia humilde de Empalme Lobos, para agradecerle y para pedirle que nos acompañe en este viaje y en la obra de amor por los que sufren del Padre Rene.
El Bus luego de hacer un extenso recorrido, nos deja en una callecita angosta, a media cuadra del emblemático Rio Tíber; y no veo un palacio, un gran edificio Romano, sino todo lo contrario, una fachada tripartita con un portal de entrada coronado por un marco vacío y una ventana semicircular. En la parte superior hay un tímpano triangular. El lugar es humilde, como lo es nuestra parroquia, como le fue en toda su vida el gran San Vicente Pallotti, así lo describió un compañero en su Diario… “Mucha gente decía abiertamente que era un santo, su actitud constante era de pasar inadvertido entre sus semejantes. Humilde en sus modales dulces, corteses y serviciales; humilde en su porte y en su manera de caminar y en todas sus acciones; humilde en su manera de vestir, en saludar, en ser el primero en descubrirse ante las personas».
La iglesia se llama San Salvatore in Onda, debe su nombre a las continuas inundaciones del Tíber. De hecho, ‘onda’ en italiano significa ‘ola’. Fue confiada a principios del siglo XV a los Monjes de calle. Pablo el Ermitaño y luego a los Frailes Menores Franciscanos Conventuales en 1445.
En 1844 la iglesia fue cedida definitivamente a Vincenzo Pallotti y Los Padres Palotinos establecieron allí la sede de las Pías Societas.
El interior consta de tres naves, divididas por dos filas de columnas antiguas en diferentes mármoles; y él está ahí, bajo el altar, dormido, sus restos mortales incorruptos nos invitan al silencio, a meditar, como este pequeño hombre, logró en un momento muy complicado para nuestra madre Iglesia, luchar por la conversión y la justicia social, con un grupo de clérigos y laicos, fundando la Sociedad del Apostolado Católico hoy La Acción Católica Mundial.
Una escalera bajo el presbiterio conduce a la cripta, donde se encuentran los restos de un edificio del siglo II; donde los cristiano, tan perseguidos, utilizaban para dar la Santa Misa.

  El párroco, nos hizo de guía, nos mostró la habitación de San Vicente, muy bien conservada y cuidada, donde se exponen entre otras cosas sus zapatos que son el fiel reflejo del camino recorrido hacia la Santidad por medio del amor y la humildad.
Para culminar, nuestro querido Guía Espiritual Padre René, celebro la misa, donde el Santo nos acompañó en cuerpo y alma.
San Vicente Pallotti, ruega por nosotros.
Paz y bien.
Alexis Cartasegna .
(ROMA MAYO DE 2019)
“La Iglesia necesita sus santos, porque ellos son sus argumentos humanos para convencer al escéptico, al vacilante y al intranquilo de que la Iglesia es la Esposa de Cristo. Los fieles necesitan sus santos, porque encuentran en ellos el ejemplo concreto de cómo vivir y cómo morir. Necesitan los santos porque la Iglesia es una comunión, en que los glorificados ayudan a los militantes con sus oraciones y su protección. El gran mundo alrededor nuestro, teatro de tanta confusión y de tanto desconcierto, tan inclinado a confundir vicios con virtudes, necesita los santos para que aprenda, con el método seguro del ejemplo, cómo debe ser vivida la vida cristiana”. J.S. GAYNOR

Foto: zapatos que usaba San Vicente Pallotti