Si tan solo pausáramos por un momento para considerar con atención lo que ocurre en la Santa Misa, seguramente que pensar en el amor de Cristo por nosotros transformaría la frialdad de nuestros corazones en un fuego de amor y gratitud. En cada Santa Misa celebrada por el Padre René, como fue en la del día de ayer, el gran deseo de todos nosotros es que todos adoren al Santísimo Sacramento con mucha devoción y de esta manera, se lleven a sus hogares abundantes bendiciones.

      Tengamos por cierto que el tiempo que empleamos con devoción delante de este divinísimo Sacramento, será el tiempo que más bien nos reportará en esta vida y más nos consolará en nuestra muerte y en la eternidad. Así nos asegura San Alfornso María de Ligorio: » Y sabed que acaso ganaréis más en un cuarto de hora de adoración en la presencia de Jesús Sacramentado que en todos los demás ejercicios espirituales del día.» 

     Sepamos con mucha confianza que así como dos pedazos de cera derretidos juntos no hacen más que uno, de igual modo el que comulga,   está tan unido con Cristo, que él vive en Cristo y Cristo en él.

          Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella… y el Señor no se deja ganar nunca en generosidad, Él bendice siempre a aquella alma humilde que con sencillez se postra a sus pies.

          El Padre René y todos sus servidores agradecemos al Padre Celestial, a Nuestro Señor Jesucristo, a la Madre del Cielo y a todos los santos patrones y ángeles por toda la protección y gracias otorgadas en esta cálida tarde.

         Hasta el próximo domingo 11 de julio, fiesta de San Benito… allí los esperamos a todos, si Dios así lo quiere, para una vez más estar juntos muy cerca del amor de los amores.

             ¡Muchas bendiciones!